“En la memoria correspondiente al año fiscal 1929, presentada por el ministro Álvarez Feo, se detalla el establecimiento, organización y funcionamiento del laboratorio cinematográfico, de reciente ubicación en una edificación aislada, la cual ha sido acondicionada en el antiguo Matadero de Caracas, urbanización San Martín. El nuevo edificio construido especialmente para tal fin, tiene una sala de revelado, otra para lavar, tonificar y fijar las películas y otra para el secado de las mismas, una sala para el montaje, títulos, medida y enrollado, y otra que se utiliza para las proyecciones, además de un laboratorio para preparar los baños requeridos. Las instalaciones permiten mantener un personal de planta, asalariado, con actividades precisas, y colocar a otros técnicos operadores, pagados por servicios prestados para la realización de filmes programados por el Ejecutivo. Bajo la jefatura de León Ardouin, actúan como personal fijo Enrique De Lima, fotógrafo profesional y jefe de laboratorio, la primera montadora Ana María Sánchez, la segunda montadora Edith Kofinque, el impresionador de copias positivas y títulos Núñez Ponte, el revelador especializado Teodoro Bacé y el señor López, encargado de la limpieza.
Según esta lista, se puede apreciar que los técnicos- operadores no forman parte de la nómina de los laboratorios. Esta situación, al parecer norma común del organismo en sus inicios, se irá modificando progresivamente hasta la reestructuración realizada en 1936, y nos hace inferir que, en los comienzos, los operadores efectuaban sus trabajos, de acuerdo con encargo del ministerio, según la modalidad de “freelance”. A dichos técnicos les eran cancelados sus servicios a través de partidas de gastos. Después del rodaje, el material filmado era entregado al laboratorio para ser procesado por el personal de planta.
Bajo diferentes condiciones contractuales encontramos, en esta primera etapa que va de 1927 a 1935, el cineasta Rafael Rivero y a su hermano Aníbal, quienes comienzan a actuar con los laboratorios nacionales a partir de 1930; a Jacobo Capriles, quien trabaja con esas dependencias ministeriales desde 1927 y pasará a hacerlo ininterrumpidamente como personal fijo a partir de 1932; a Juan Martínez Pozueta, el sonidista Herbert Weisz y a Gustavo Noel, quienes también trabajan en esta etapa. Sin pretender que esta lista sea definitiva, puede decirse que un buen grupo de cineastas, además de encontrar en las dependencias oficiales un lugar de trabajo estable, desarrollaron a través de esta praxis fílmica provechosos ensayos de formación profesional.
Las instalaciones, las maquinarias y los útiles del laboratorio, asegura Ardouin, son suficientes para una producción mensual que oscila entre 5.000 y 6.000 metros de material positivo de película, gracias al instrumental empleado, que comprende una máquina para impresionar positivos Matipo; 22 cubetas de madera de 150 litros de capacidad para las operaciones de revelado, lavado, tonificación y fijación; un tambor de secado, de motor, con capacidad para 500 metros de película; un proyector; una máquina enrolladora; otra para medir la película; una trituradora y 60 chasis de madera para las operaciones de revelado.
En 1929, la producción de “propaganda nacional” utiliza entre 15.000 y 17.000 metros de película, de los cuales una parte ha sido enviada a la Exposición de Sevilla y otra está siendo elaborada para una segunda edición que será proyectada en la Exposición de Lieja, Bélgica, a celebrarse durante el mes de abril de 1930. El conjunto de estos materiales va a conformar un archivo que posteriormente será utilizado para complementar otros documentales.
El financiamiento estatal para los laboratorios cinematográficos del MOP asciende, en 1929, a la suma de Bs. 1.068.807. Las resoluciones para las erogaciones determinan una suma de Bs. 94.983, siendo esta última la cantidad más elevada que aparece destinada a los Laboratorios en todo el período. Extraemos del aporte total cuatro pagos a Ardouin, los cuales suman Bs. 2.348; la cantidad de Bs. 260, que el laboratorio paga a la compañía Burker y Gamer de Chicago por el empalme de una película; y aparece el nombre del fotógrafo Juan Avilán con una erogación por Bs. 1.764.
En el contexto nacional se acercan las fiestas del centenario del Libertador y se proyectan grandes trabajos para celebrar las efemérides patrias”
Según esta lista, se puede apreciar que los técnicos- operadores no forman parte de la nómina de los laboratorios. Esta situación, al parecer norma común del organismo en sus inicios, se irá modificando progresivamente hasta la reestructuración realizada en 1936, y nos hace inferir que, en los comienzos, los operadores efectuaban sus trabajos, de acuerdo con encargo del ministerio, según la modalidad de “freelance”. A dichos técnicos les eran cancelados sus servicios a través de partidas de gastos. Después del rodaje, el material filmado era entregado al laboratorio para ser procesado por el personal de planta.
Bajo diferentes condiciones contractuales encontramos, en esta primera etapa que va de 1927 a 1935, el cineasta Rafael Rivero y a su hermano Aníbal, quienes comienzan a actuar con los laboratorios nacionales a partir de 1930; a Jacobo Capriles, quien trabaja con esas dependencias ministeriales desde 1927 y pasará a hacerlo ininterrumpidamente como personal fijo a partir de 1932; a Juan Martínez Pozueta, el sonidista Herbert Weisz y a Gustavo Noel, quienes también trabajan en esta etapa. Sin pretender que esta lista sea definitiva, puede decirse que un buen grupo de cineastas, además de encontrar en las dependencias oficiales un lugar de trabajo estable, desarrollaron a través de esta praxis fílmica provechosos ensayos de formación profesional.
Las instalaciones, las maquinarias y los útiles del laboratorio, asegura Ardouin, son suficientes para una producción mensual que oscila entre 5.000 y 6.000 metros de material positivo de película, gracias al instrumental empleado, que comprende una máquina para impresionar positivos Matipo; 22 cubetas de madera de 150 litros de capacidad para las operaciones de revelado, lavado, tonificación y fijación; un tambor de secado, de motor, con capacidad para 500 metros de película; un proyector; una máquina enrolladora; otra para medir la película; una trituradora y 60 chasis de madera para las operaciones de revelado.
En 1929, la producción de “propaganda nacional” utiliza entre 15.000 y 17.000 metros de película, de los cuales una parte ha sido enviada a la Exposición de Sevilla y otra está siendo elaborada para una segunda edición que será proyectada en la Exposición de Lieja, Bélgica, a celebrarse durante el mes de abril de 1930. El conjunto de estos materiales va a conformar un archivo que posteriormente será utilizado para complementar otros documentales.
El financiamiento estatal para los laboratorios cinematográficos del MOP asciende, en 1929, a la suma de Bs. 1.068.807. Las resoluciones para las erogaciones determinan una suma de Bs. 94.983, siendo esta última la cantidad más elevada que aparece destinada a los Laboratorios en todo el período. Extraemos del aporte total cuatro pagos a Ardouin, los cuales suman Bs. 2.348; la cantidad de Bs. 260, que el laboratorio paga a la compañía Burker y Gamer de Chicago por el empalme de una película; y aparece el nombre del fotógrafo Juan Avilán con una erogación por Bs. 1.764.
En el contexto nacional se acercan las fiestas del centenario del Libertador y se proyectan grandes trabajos para celebrar las efemérides patrias”
Fuente: Acosta, José (1998). "La década de la producción cinematográfica oficial: Venezuela 1927-1938". Caracas: Fundación Cinemateca Nacional. (págs. 23-25)
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